Lo que debes saber

Naturaleza pecaminosa, estar en la carne, el pecado y la tentación

 Al parecer el tema de nuestro más reciente artículo: ¿Es verdad que ya nacimos malos? levantó cierta polémica en algunas personas que creen que el artículo implica que estamos diciendo que el humano no es pecador. Cualquier persona que lo lea, verá que en ningún momento estamos diciendo que el humano no peca, sino que estamos analizando la doctrina del pecado original, y revisando si es cierto lo que se dice que el humano es esencialmente malo con pocos destellos de bondad, lo cual contradice lo que dice la Biblia de que fuimos creados maravillosamente, a la imagen y semejanza de un Dios bueno.

Abordamos este tema por el video que hemos grabado sobre el Calvinismo, y en particular analizando una de sus doctrinas, la de la depravación total, lo cual nos llevó al tema del pecado original y de allí se derivó que encontráramos muchos estudios hablando del pecado humano y las doctrinas de Agustín de Hipona, doctor de la iglesia Católica, fuertemente influenciado por una doctrina gnóstica llamada maniqueísmo, que hasta la fecha han quedado muy impregnadas en lo que se enseña a las personas.

En los días de la Iglesia primitiva, el debate entre la libertad de la voluntad del hombre contra la depravación total de la naturaleza del hombre era una de las principales divisiones entre los primeros cristianos y las sectas gnósticas. Los escritores antiguos, en general, dicen que los maniqueos negaban el libre albedrío. La razón que los Padres creyeron y sostuvieron contra los maniqueos es que cualquiera que sea el estado del hombre, él tiene el control de sus propias acciones, y tiene el mismo poder para hacer el bien o el mal. Los maniqueos han negado el libre albedrío, para mantener una fatal necesidad de pecar.

El libre albedrío y la habilidad natural del hombre de elegir estaban en las doctrinas originales de la iglesia, mientras que la incapacidad natural de hacer lo bueno era parte de las doctrinas de los filósofos paganos, los gnósticos, y los maniqueos. Hubieron muchos grupos gnósticos diferentes en los días del cristianismo primitivo, que también negaron la libertad de la voluntad del hombre, como el marcionismo iniciado por Marción (secta gnóstica muy activa aún en nuestros tiempos, de donde proviene la idea del demiurgo y de decir que el “Dios del Antiguo Testamento” era maligno, tal como muchos nuevaeristas promueven). Pero uno de los mayores competidores y amenazas a la Iglesia Primitiva fue el maniqueísmo, iniciado por Manes, un filósofo persa, también conocido como Mani, y cuya doctrina fue adoptada por Agustín de Hipona, llevándola al Catolicismo. Muchos Calvinistas se siguen apoyando en las doctrinas de Agustín, pese a que nuevamente vemos que estas falsas doctrinas tienen origen gnóstico-católico.

Analizaremos un poco más a fondo sobre el pecado y la naturaleza humana a fin de intentar dejarlo más claro… aunque sabemos que personas con una tendencia al Calvinismo van a seguir refutando lo que digamos.

¿Por qué pecamos?

¿Qué es lo que a menudo nos urge a hacer lo que sabemos que está mal? ¿La humanidad heredó una “naturaleza pecaminosa” cuando Adán y Eva desobedecieron a Dios en el Jardín del Edén? ¿Maldijo Dios a la humanidad al darles una tendencia al pecado? ¿tenemos una tendencia que ha sido causa de dolor y angustia para innumerables multitudes hasta el día de hoy?

Muchos cristianos creen que la ‘naturaleza pecaminosa’ es algo que se agregó a los seres humanos cuando Adán y Eva pecaron en el Jardín del Edén. También se afirma que esta “naturaleza pecaminosa” es algo por lo cual cada uno de nosotros es culpable y por el cual merecemos la ira de Dios.

Estas declaraciones representan la idea de que, no solo es la ‘naturaleza pecaminosa’ algo que recibimos de Adán debido a su pecado, sino que esta ‘naturaleza pecaminosa’ también nos hace culpables. La idea de este punto de vista parecía presentar la “naturaleza pecaminosa” como una “cosa” que nos corrompe y contra la cual debemos luchar. Sin embargo, creo que hay una manera mejor, y completamente bíblica, de explicar qué significa esta ‘naturaleza pecaminosa’ que todos exhibimos (Romanos 3:23).

Una visión alternativa de la ‘naturaleza pecaminosa’

Considera esta alternativa Bíblica sobre el concepto de la ‘naturaleza pecaminosa heredada de Adán’: Lo que sucedió durante la caída fue una ‘substracción’ de la santidad de Dios, no la ‘adición’ de algo que nos impulsa a pecar. Al crear a los seres humanos a su semejanza para que pudiéramos gobernar su creación, Dios nos dio cierta cantidad de libre albedrío y poder independiente de él… En nosotros, una pequeña parte del poder potencial que tenemos está a disposición de nuestro pensamiento, intención y elección conscientes. Pero la muerte que le sobrevino a Adán y Eva en el momento de su pecado inicial también fue la muerte de esta relación interactiva con Dios.

Cuando los primeros humanos pecaron contra Dios, rompieron el vínculo íntimo que habían disfrutado con Él hasta ese momento. Se separaron de Él de una manera que todos los humanos, fuera de la fe en Jesucristo, han enfrentado desde entonces.

Cuando Adán y Eva pecaron, perdieron la estrecha relación personal con Dios que habían conocido desde su creación. También fueron desterrados del paraíso que Dios creó y les dio (Génesis 3: 23-24). Esto es ciertamente una pérdida, en lugar de algo agregado a sus vidas. Lo que evitó que Adán y Eva pecaran antes fue su estrecha relación con Dios y con su Espíritu Santo, lo que les dio la capacidad de resistir a la tentación. Hasta que pecaron, Adán y Eva se conectaron con Dios de una manera que les dio la capacidad de resistir el impulso de pecar, siempre y cuando eligieran resistir. El pecado era obviamente posible antes de la caída; porque Adán y Eva fueron tentados antes de la caída y su entrega al pecado fue lo que definió la caída. Por lo tanto, esta ‘naturaleza pecaminosa’ no es necesaria para que una persona pueda pecar.

Incluso la muerte física que vino como resultado de la caída fue algo que fue “quitado” a Adán y Eva, no algo agregado a ellos. Dios no hizo que Adán y Eva comenzaran a morir físicamente cuando pecaron; más bien, eliminó lo que los mantenía con vida (el acceso al árbol de la vida). Está claro que, si Adán y Eva no hubieran pecado, podrían haber vivido para siempre (Génesis 3:22).

Problemas con la ‘naturaleza pecaminosa’ como una herencia de Adán

Hay varios problemas teológicos con la visión de que heredamos una naturaleza pecaminosa por culpa de Adán. Algunos de estos problemas son (1) cómo la llamada ‘naturaleza de pecado’ se transmite de padres a hijos, (2) cómo podemos ser considerados culpables del pecado de Adán; un pecado en el que no participamos, y (3) cómo Jesús no heredó la culpa que supuestamente conlleva esta “naturaleza de pecado”, a pesar de que nació de una mujer humana.

Se han presentado varias perspectivas sobre cómo se transmite esta “naturaleza pecaminosa” de los padres a sus hijos. Algunos dicen que Adán representó a toda la raza humana cuando pecó. Algunos dicen que todos estábamos en Adán cuando él pecó; por lo tanto, en verdad pecamos con Adán y merecemos la culpabilidad junto con él. Nunca se llegó a un consenso real que responda a la pregunta de cómo se transmite la “naturaleza pecaminosa” de padres a hijos.

Sin embargo, si la ‘naturaleza pecaminosa’ fuera la eliminación del Espíritu de Dios de la vida de Adán y Eva, no habría una ‘naturaleza pecaminosa’ que se transmita de padres a hijos. Los humanos simplemente nacerían sin una relación personal con Dios; sin que el Espíritu de Dios more en ellos. Esto es de hecho lo que encontramos. Nacemos alienados de Dios, a diferencia de Adán y Eva cuando fueron creados, quienes disfrutaron de una íntima comunión personal con él.

¿Somos culpables del pecado de otra persona?

Otra cuestión planteada por esta visión de la “naturaleza pecaminosa” es que hace que todos sean culpables del pecado de Adán. Sin embargo, la Biblia es muy clara en que cada uno de nosotros es culpable de nuestro propio pecado, no por el pecado de otra persona. Incluso Romanos 5:12, un comentario bíblico sobre la caída, dice que el pecado y la muerte ingresaron al mundo a través de un hombre [Adán], pero cada uno experimenta este pecado y muerte porque nosotros mismos pecamos. Cada uno de nosotros es culpable y merece el castigo por nuestro propio pecado, no el pecado de Adán. Adán y Eva abrieron la puerta que permitía el pecado en nuestro mundo.

Si cada niño nació culpable de pecado debido a una ‘naturaleza de pecado’ heredada, debemos considerar a Jesucristo y su nacimiento. Sabemos que Jesús no tenía pecado (1 Pedro 2:22, 1 Juan 3: 5, Hebreos 4:15, 7:26). Por lo tanto, debemos considerar cómo esto fue posible. Las discusiones teológicas han durado por siglos sobre cómo Jesús nació de una mujer pero permaneció sin pecado. Algunos dicen que la ‘naturaleza pecaminosa’ se transmite solo del padre y, como Jesús no tenía un padre humano, nunca recibió esta ‘naturaleza pecaminosa’. Sin embargo, hemos visto que Adán y Eva fueron tentados y cayeron antes de que esta supuesta ‘naturaleza pecaminosa’ siquiera existiera. Ni Adán ni Eva tuvieron padres humanos y aun así pecaron.

Sin embargo, la ‘naturaleza pecaminosa’ no es algo heredado en absoluto. Es la falta de la santidad de Dios dentro de una persona. Jesús, siendo Dios, no habría carecido de esa santidad. Jesús, aunque existe en un cuerpo humano y es tentado en todos los sentidos como lo somos nosotros (Hebreos 2:18, 4:15) tenía el poder y la capacidad de resistir cualquier tentación de pecar y por lo tanto permaneció sin pecado. Este mismo poder, provisto por el Espíritu Santo, está disponible hoy para cualquiera que confíe su vida a Jesucristo.

Estar en la carne, la tentación y los deseos físicos

Cada uno de nosotros nace con un conjunto de deseos normales y naturales. Esos deseos son las consecuencias de la operación de nuestros cuerpos. ¿Cuál es el propósito de la sed? ¿del Hambre? ¿El deseo sexual tiene un propósito? sabemos que todo lo que nuestro cuerpo siente proviene de impulsos para supervivencia, procreación etc y en sí son naturales. Tenemos otras necesidades que aunque no son físicas o de supervivencia, son importantes: necesidad de reconocimiento, de sentirse amado o valorado, de sentirse seguro, etc.

La forma como funciona la tentación es mediante la influencia de Satanás, quien trata de ubicarnos en situaciones donde parece que la satisfacción de un deseo requerirá que se rompa una ley de Dios. Cuando una persona desea fuertemente hacer lo que es ilegal o incorrecto, es una tentación, porque estamos entreteniendo activamente la idea de llevar a cabo la acción impropia. Si cedemos y cometemos el acto que Satanás nos tentó a hacer, lo llamamos pecado.

Cuando una persona continúa pecando, ya no se siente culpable por eso. Después de un tiempo ya no les importa lo que Dios o el hombre piensen de sus obras, es como si creyera que tiene una licencia para pecar y lo seguirá justificando con miles de razones. Por ejemplo: una chica que justifica una relación de adulterio con un hombre casado porque dice que es su alma gemela. Ha caído en la tentación, con ayuda del enemigo que le metió todas esas ideas sobre almas gemelas, la chica está débil en su conocimiento de la Palabra de Dios y en sus valores morales, y termina cayendo en la trampa y justificando sus acciones.

Cuando el pecado se ha apoderado completamente de nuestras vidas, morimos. ¿En qué punto de la ruta podemos hacer algo? ¿Cuándo podemos afectar el resultado? Buscar eliminar el deseo es la respuesta incorrecta, porque para detener nuestros deseos, tendríamos que estar muertos. Eliminar la tentación es la respuesta incorrecta, porque no podemos detener el trabajo de Satanás.

Satanás está limitado en lo que puede usar para la tentación. Nadie puede decir que una tentación particular es única para él o que nadie ha enfrentado una tentación como la suya. Como otros se han enfrentado a tentaciones similares, sabemos que algunos han vencido y otros han cedido. Debido a que algunos han vencido las tentaciones del enemigo, nadie está obligado a pecar. Dios limita a Satanás para nunca darte una tentación que Dios sabe que no puedes manejar. Cada tentación es algo que podrías resistir. Así mismo, Dios limita a Satanás para que siempre haya una salida. Probablemente no sea un camino deseable, pero siempre existirá un camino. Nunca enfrentarás una situación en la que honestamente puedas decir que no tienes más remedio que pecar.

El enemigo trabaja desgastando nuestra resistencia al pecado. Por ejemplo, usará engaños de la nueva era para justificar que hagas adivinación, te comuniques con espíritus pensando que son ángeles, o bien se te aparecerá posando como un falso Cristo para que propagues sus engaños, o te rodeará de canciones, programas de televisión y películas que muestran a parejas que no están casadas saltando a la cama. Eventualmente te llevará a pensar que cierto comportamiento es de hecho, normal.

Existen casos en que las personas, aunque sospechan que algo no estaba bien, realmente fueron criadas en desconocimiento de la Palabra de Dios y pueden alegar que no sabían que era pecado tal o cual cosa. Pero hasta aquellos que no están definidos en su estudio de la Biblia, saben que hay una ley moral, que existe lo correcto y lo incorrecto, que existe lo bueno y lo malo. Alguien podrá decir que no había leído el mandamiento de “no adulterarás” en la Biblia, pero sabe que está causando un daño a la familia del hombre o mujer con quien adultera. Alguien podrá decir que nunca leyó la Biblia al respecto de la brujería y la adivinación, pero no puede evitar darse cuenta del efecto devastador que una de sus predicciones o rituales puede terminar causando a otra persona. En el caso de este blog, podemos ver los efectos devastadores de las cuestiones nuevaeristas en las vidas de las personas, lo cual nos muestra sin lugar a dudas que hay una razón por la cual se deben evitar y que cuadra con todas las advertencias de la Biblia.

¿Entonces pecamos por estar en un cuerpo físico? ¿Es culpa de la carne?

Culpar a la carne o a estar en un cuerpo físico por el pecado es otro elemento totalmente injusto y fuera de la responsabilidad de una persona. Pongamos el ejemplo de los animales. Los animales tienen cuerpos físicos que comen, se reproducen, sienten frío y buscan la supervivencia. Las acciones de un animal no pueden ser catalogadas como buenas o malas porque no tienen consciencia de lo bueno y malo, ellos no comieron del árbol del bien y del mal. Cuando un tiburón ataca a un surfista, no vemos que la gente diga que era un tiburón maligno poseído por demonios… todos entendemos que los animales no saben del bien y del mal y responden solo a sus instintos básicos. El tiburón tenía hambre, eso es todo. Pero el humano es un caso totalmente diferente. Tenemos el reto de estar en un cuerpo físico pero somos mucho más que eso y se espera mucho más de nosotros que actuar como un animalito.

Pecamos debido a algo que habita en nosotros, en nuestra carne. Jesús identifica la característica más significativa de la “carne”, que causa el pecado. “Velad y orad, no sea que entren en tentación”. El espíritu ciertamente está dispuesto, pero la carne es débil “(Mateo 26:41). Es la debilidad de la carne la que da a luz al pecado. Comprendamos cómo funciona esto.

Al igual que Pablo, Jesús explicó que podemos estar dispuestos, tenemos el deseo de hacer lo correcto, pero fallamos porque nuestra resolución es débil; nuestra carne es susceptible a la tentación. Caemos en pecado cuando las tentaciones inapropiadas son lo suficientemente atractivas. ¿Cuál es la naturaleza de nuestra “carne” (nuestra existencia física, incluida nuestra mente) que nos hace tan débiles, que nos estimula a ceder a esos deseos?

Antes de que podamos apreciar completamente la respuesta a esa pregunta, debemos entender nuestra propia naturaleza, exactamente lo que somos. Somos seres físicos creados con una constitución material similar a la de los animales. Compartimos con los animales una composición bioquímica. Nuestros sistemas de respiración y sangre que sustentan la vida son esencialmente los mismos (Eclesiastés 3: 18-20; Génesis 9: 4-5). Dios nos creó como almas vivientes, seres físicos, del polvo de la tierra (Génesis 2: 7).

Sin embargo no debemos caer en la noción gnóstica de que la materia es maligna. La traducción del nephesh hebreo como “alma viviente” no significa que el hombre sea algún tipo de espíritu encerrado en un cuerpo material. En lenguaje sencillo, alma viviente significa que estamos viviendo, respirando como seres carnales, entidades bioquímicas creadas a partir del polvo de la tierra.

Nuestros cuerpos físicos nos someten a debilidades que pueden conducir al pecado. Jesús y Pablo dijeron eso. Nuestra carne no es inherentemente malvada, pero es inherentemente débil.

Pablo deja muy claro que el pecado surge de deseos incontrolados. Nuestra única esperanza de liberación es la ayuda y la fortaleza que recibimos a través de Jesucristo. “Por lo tanto, en todas las cosas Él tenía que ser hecho como Sus hermanos. Porque en lo que él mismo sufrió, siendo tentado, puede ayudar a los que son tentados “(Hebreos 2: 17-18)

¿El deseo siempre es malo? Cuando Pablo dijo: “Porque sé que en mí (es decir, en mi carne) no mora el bien” (Romanos 7:18) ¿quiso decir que todo deseo de nuestros cuerpos carnales es malo? ¡Ciertamente no! Él podría haber dicho, con la misma precisión: “Sé que en mi carne no habita nada que sea intrínsecamente malo”, porque la carne, en sí misma, es neutral con respecto al pecado y la rectitud.

Después de que Dios había terminado su creación, incluyendo a Adán y Eva, cuyos cuerpos no eran diferentes a los nuestros, observó “todo lo que había hecho, y de hecho fue muy bueno” (Génesis 1:31). Nada de lo que Dios hizo fue intrínsecamente malo. Incluso nuestras propias observaciones deberían confirmar que los apetitos y necesidades que son naturales para nuestros cuerpos tienen propósitos buenos y saludables. Si no sentimos hambre de comida, moriríamos de inanición. Pero ese mismo deseo, cuando no se controla adecuadamente, puede conducir a la indulgencia excesiva y la gula. Los deseos o apetitos naturales de la carne no son en sí mismos pecaminosos; la forma en que dirigimos, administramos o controlamos nuestros apetitos los hace buenos o malos. Sin deseos, nuestras vidas serían aburridas y prácticamente inútiles. Los deseos sirven como fuerzas motivadoras en nuestras vidas. Es por eso que Dios creó los mecanismos corporales que estimulan los deseos dentro de nosotros… ellos son muy necesarios.

Nuestro desafío, entonces, es administrar nuestros deseos. Dios espera que busquemos y usemos su ayuda para tomar las mejores decisiones. La necesidad de mantener el autocontrol es una de las principales enseñanzas del Evangelio. Pablo nos amonesta a “no hacer provisión para la carne, para cumplir sus deseos” (Romanos 13:14). Más bien, debemos controlar nuestros deseos para que no se conviertan en deseos pecaminosos.

Libertad de la ‘naturaleza pecaminosa’

Independientemente de si la ‘naturaleza pecaminosa’ es el resultado de algo que se agregó a nosotros o es algo que hemos perdido, Dios nos ha proporcionado una manera de enfrentarlo. Podemos reconciliarnos con Él. Dios envió a su Hijo, Jesucristo, a morir en una cruz, soportando el castigo que legítimamente nos merecemos. Cuando uno pone su confianza en la obra salvadora de Jesucristo, esa persona recibe la vida que mora en el Espíritu Santo. Espiritualmente esto es un retorno a la condición previa a la caída del hombre. El creyente puede disfrutar de un caminar íntimo con Jesucristo, quien nos perdona nuestros pecados, nos libera de la culpa y el castigo que esos pecados merecen, nos permite resistir la tentación y nos ayuda a vivir las vidas santas que nos regresan a un estado de gracia con nuestro Creador.

Te recomendamos el video que originó toda esta investigación, el cual puedes ver desde nuestro canal o aquí mismo:

Si tienes interés de estudiar más a fondo este tema, te sugerimos que te des una vuelta por la sección de descargas y material de estudio y descargues el estudio Bíblico denominado: La Falsa Doctrina del Pecado Original (o puedes descargarlo también haciendo click aquí).

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