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El significado de la muerte en México y su relación con la celebración del día de muertos

El significado de la muerte en México y su relación con la celebración del día de muertos

Una de las celebraciones de mayor impacto y antigüedad en México es la dedicada a recordar a los difuntos: la celebración del día de muertos.

La festividad inicia la noche del 31 de octubre y continúa hasta la mañana del 2 de noviembre, con el fin que durante estas horas vengan los difuntos, guiados por el aroma de la flor de cempásuchil que adorna los altares y caminos elaborados para ellos.

Para entender la celebración, que en apariencia parece bien intencionada, es necesario conocer sus orígenes, para lo cual debemos mirarla como la combinación de elementos a lo largo del tiempo que tienen su inicio en una relación muy particular con la muerte entre los antiguos pueblos indígenas de México, quienes practicaban costumbres paganas.

Hay que recordar que estos pueblos tuvieron que modificar sus creencias, costumbres y tradiciones al contacto con los europeos durante la conquista de México, con el fin de poder conservarlas. Este fenómeno poco a poco le dio forma a todo el folklore de la festividad que conocemos hoy en día, y que es el resultado de un sincretismo cultural, que en apariencia se observa lleno de color y de una especie de magia inocente.

Si viajamos al antiguo México, veremos que la relación con la muerte fue muy diversa. Una de ellas fue el culto a los ancestros que se dio en todo Mesoamérica [1], práctica que se realizaba para legitimar a los gobernantes y sus familias, es decir, los antepasados de la elite, por esto se hacía de una manera ritual.

Entre la sociedad común también había un culto a los ancestros, era más una costumbre que algo ceremonial; consistía en enterrar a sus muertos bajo los pisos de sus casas para que simbólicamente mantuvieran el vínculo con ellos.

Entre los mayas del período preclásico (periodo del 2500 a.C. al 200 d.C.) se han encontrado bultos mortuorios sagrados. Había varios tipos de bultos, entre ellos los que servían para guardar los símbolos de la deidad (dioses antiguos) tutelar del grupo, es decir, la que los “protegía” y “guiaba”. Según su creencia, los bultos se creaban a partir de los restos de deidades muertas, por lo que podían contener huesos, entre otras cosas que eran usadas durante ceremonias y rituales. Si quisiéramos hacer una comparación sería algo similar a las reliquias de un santo, que son tan veneradas dentro del Catolicismo.

Entre los nahuas, el duelo a sus muertos se hacía durante cuatro años (tiempo que le tomaba al alma llegar al lugar donde permanecería, entre estos el Mictlán). Una vez al año se recordaba al difunto en una fiesta en su honor para ayudar al alma en su viaje. La fecha de la fiesta dependía del tipo de muerte, ya que el alma podía dirigirse a distintos lugares o cielos (eran 13 cielos y cada uno tenía un morador o deidad).

En el caso de los Olmecas, tallaban esculturas para recordar a sus dirigentes aún después de morir (las famosas cabezas olmecas de gran tamaño). Para los pueblos antiguos los gobernantes eran el “conducto” o “canal” entre las deidades y el pueblo, por lo que se les consideraba que tenían un “poder” especial.

Un ejemplo de esto lo encontramos en el sitio arqueológico Cañada de la Virgen ubicado en Guanajuato, en donde los arqueólogos encontraron varios entierros humanos, entre ellos uno que nombraron “el Jerarca” ya que se construyó un cuarto especial para sus restos en la cima de la pirámide. Lo curioso es que se calculó que el personaje murió alrededor del 700 a.C. mientras que el sitio fue ocupado entre el 540 y 1050 d.C., es decir, que este gobernante o señor tiene más de 2500 años de antigüedad y su cuerpo fue trasladado de un lugar a otro a lo largo de varias generaciones para su veneración.

Otra costumbre en el México antiguo, que no era un culto a los ancestros pero si una especie de culto a la muerte, fue la creación de los Tzompantlis, altares en donde colocaban los cráneos de los sacrificados o víctimas de guerra empotrados en grandes palos. No se sabe con certeza cuál era su fin, algunos creen que era para mostrar los cráneos como trofeo y así mantener alejados a los enemigos.

También se cree que el significado pudo estar relacionado con el ciclo de vida y muerte, ya que era necesario alimentar a los dioses para que la vida continuara. Esto puede explicar porqué los dioses paganos requerían de sacrificios humanos.

En crónicas antiguas escritas por los españoles, mencionaban un enorme altar lleno de cráneos humanos; los investigadores creían que era una exageración al resultar impactantes las costumbres mesoamericanas para los europeos, sin embargo en el 2015 los arqueólogos encontraron el famoso y aterrador tzompantli, demostrando que estas prácticas eran reales.  Otro hallazgo arqueológico se dio a principios de 2018 en la Ciudad de México. Se trata de un entierro múltiple de 2,400 años de antigüedad en forma de espiral, encontrado bajo la Universidad Pontificia de México.

A pesar de que aún no saben las razones del extraño acomodo de los esqueletos en forma entrelazada y en espiral, no queda duda de que los prehispánicos tenían una cultura ritual pagana en torno a la muerte. También tenían dos celebraciones importantes que hacían en honor a los difuntos en el mes de agosto: el Miccailhuitontli o fiesta de los muertos pequeños (niños) y el Huey Miccailhuitl o fiesta de los muertos grandes (adultos).

Mientras en el antiguo México había una estrecha relacionada con el tema de la muerte, en Europa se dio este fenómeno, pero de una manera diferente y más ligada al catolicismo.

En España se festejaba el Día de Todos los Santos y la conmemoración de los Fieles Difuntos, ambas celebraciones del calendario litúrgico católico. Sin embargo, a su vez estas fiestas vienen de costumbres paganas practicadas en Europa desde siglos atrás, que llegaron a México durante la colonia por medio de la evangelización (conversión de los indígenas al catolicismo).

La celebración de los fieles difuntos que actualmente se celebra el 1 de noviembre, fue establecida por la iglesia católica en el siglo XIV para recordar el gran número de muertes por las epidemias de la época. El día de todos los santos celebrada el 2 de noviembre, se establece a causa de la persecución del imperio Romano a los primeros cristianos en el siglo IV, conocida en la historia como la “Gran Persecución”. La celebración se inició en el siglo XI para honrar la multitud de mártires cristianos, en siglo XIII la Iglesia formalizó su presencia en el calendario litúrgico. Al parecer las dos fiestas (Fieles difuntos y Todos los santos) se unieron en una fiesta larga en el siglo XVIII.

El que la iglesia católica la estableciera el 1 de Noviembre tiene una razón, el Papa Gregorio III la instaura por una antigua tradición pagana celebrada durante la noche del 31 de Octubre y el día 1 de Noviembre. Esta celebración fue de las más importantes en Europa antes de la conversión al cristianismo, conocida como Samhain, Samaín o año nuevo Celta.

Esta festividad marcaba el final de la temporada de cosechas y el inicio de la siembra, sin embargo la mitología Celta menciona pueblos que realizaban la Fiesta de los Muertos, ya que en este día el espíritu de los difuntos tenía autorización para caminar entre los vivos, por lo que la celebración estaba rodeada de rituales. Esta creencia errada de que los muertos regresan a contactar a los vivos aún continua en el catolicismo, y ha sido fuente de grandes engaños, como lo puedes leer en el caso de Maria Simma.

Para mantener a los espíritus contentos y que no les hicieran ningún daño, dejaban comida afuera de sus casas y vaciaban nabos esculpidos con rostros para colocar una vela dentro. Los irlandeses sustituyeron los nabos por las calabazas, llevando consigo esta tradición al migrar a Estados Unidos durante el siglo XIX, costumbre que con el tiempo se convirtió en este país en lo que se conoce como Halloween.

En España se tenía la costumbre de preparar para la celebración de Todos los Santos ciertos alimentos como dulces y panes que imitaban a los huesos de los santos fallecidos durante la persecución a los cristianos (idea muy similar al pan de muerto que se prepara en México y que representa los huesos de los difuntos). Los alimentos eran llevados a la iglesia para ser bendecidos y colocados en la mesa del santo que preparaban en sus casas (tenía una imagen del santo y algunos alimentos) para que protegiera su hogar.

Con la Conquista llegan a México estas festividades religiosas celebradas por los españoles, y poco después entre los indígenas ya evangelizados. A partir de este momento el culto pagano que los indígenas tenían a la muerte se mezcla con las celebraciones católicas. Poco a poco este sincretismo (fusión de doctrinas muy diferentes) da como resultado lo que actualmente conocemos como celebración del Día de Muertos.

A pesar de que hay una gran influencia europea en la celebración del Día de Muertos, no se perdió la intención y culto original, teniendo como resultado una fiesta llena de simbología que muchos desconocen.

Las celebraciones prehispánicas a los difuntos (fiesta de los muertos pequeños y fiesta de los muertos grandes) nos recuerdan la celebraciones católicas a los niños difuntos el 1 de Noviembre (Todos los Santos) y al resto el 2 de Noviembre (Fieles difuntos).

Para poder los indígenas celebrar a sus difuntos (los frailes prohibieron sus celebraciones, porque irónicamente, las consideraban paganas) tuvieron que aceptar los ritos católicos.

Acerca de las nuevas costumbres que fueron naciendo en la Nueva España (México), Fray Diego Durán en su Historia de los indios de la Nueva España e Islas de Tierra Firme escrita en el siglo XVI, menciona que los indígenas hacían ofrendas a sus muertos durante estas celebraciones religiosas, ya que era lo que hacían antiguamente. A pesar de que los religiosos no estaban de acuerdo en estas nuevas costumbres, las aceptaron al ser una manera de atraer más adeptos al catolicismo.

Durante la Colonia nace el culto a la Santa Muerte. Para sorpresa de muchos, surge como culto católico, ya que mucho del trabajo de la evangelización consistía en convertir a los indígenas a la fe cristiana para que pudieran recibir una “buena muerte”, es decir, morir a la vida anterior de pecado. Por esta razón, en muchas de las pinturas religiosas de la época se representaba a la muerte que lejos de ser estética causaba gran impresión y miedo. Lo que resulta curioso es que en mucha de la pintura virreinal con este tema, se representaban símbolos ocultistas que se descubren al observar atentamente.

Los especialistas en el tema, han encontrado fuentes que mencionan grandes esculturas de la Santa Muerte que salían en procesión en Semana Santa. Un ejemplo de estas imágenes (de las cuales se conservan muy pocas) se encuentra en el ex convento dominico de Yanhuitlán en el estado de Oaxaca; hoy en día esta imagen sigue siendo venerada, al igual que otras en los estados de Hidalgo y Chiapas.

Debido a que el culto se fue extendiendo, la Inquisición lo prohíbe en los siglos XVII y XVIII, por lo que poco a poco la gente fue olvidando toda la simbología de la imagen. Sin embargo, el culto a la Santa Muerte parece estar renaciendo en éstos tiempos entre las personas, quienes no se imaginan a quién están adorando detrás de la calavera. El gran éxito del enemigo fue la muerte, y las Escrituras mencionan que la muerte era el enemigo a vencer. Por tanto darle culto a la muerte, es darle culto al que influenció la muerte. Recientemente, el culto a la Santa Muerte se retomó pero en un contexto diferente, dentro de la brujería (sabemos que viene de la mezcla entre la religión prehispánica y el catolicismo) y la encontramos de blanco, rojo y negro. El culto tomó fuerza en los años 70’s en Catemaco, Veracruz (famoso por sus brujos) y recientemente se relaciona a un culto entre los narcotraficantes, a tal grado que se han construido santuarios para ella y en ciertas áreas como Tepito en Ciudad de México, donde el culto es toda una tradición.

En el siglo XIX llega de Europa a México la tradición de fotografiar cadáveres, muy común en París con la corriente del Romanticismo. En México se convirtió en toda una cultura ritual influenciada por el catolicismo, llamada la muerte niña, en donde los niños recién fallecidos eran fotografiados, comúnmente con vestidos blancos, blusones de bautizo o algún traje de santo. Esto se debió a que eran considerados angelitos, por lo que se buscaba celebrar un nacimiento en el más allá.

Todavía existen imágenes de los años cincuenta y setentas en Jalisco e incluso sobrevive la tradición en algunas comunidades rurales de Aguascalientes y Zacatecas.

En el siglo XX resurge la imagen de la muerte pero caricaturizada y con un significado muy diferente, para representar una burla o sátira hacia la sociedad de la época. La más conocida es “La Calavera Garbancera o Catrina” creada por José Guadalupe Posada.

La muerte se hace presente con La Catrina, la cual se ha vuelto un símbolo propio de la festividad del Día de Muertos, a tal grado que mucha gente espera con ansias la celebración para pintarse y vestirse como el personaje.

El Día de Muertos sigue rodeado de toda esta simbología y la ofrenda sigue siendo, al igual que en época prehispánica, el elemento que rodea la celebración. Hablar de la ofrenda del Día de Muertos es hablar del Altar de Muertos. Estos altares son creados y colocados por las familias en sus hogares, ofrendando a la manera antigua alimentos y bebidas favoritos del difunto. La decoración sigue conservando muchos de los elementos de la tradición prehispánica, y está de más decir que la mayoría de la gente desconoce su significado.

Los altares suelen tener varios niveles, llegando hasta los siete. Tienen distinta simbología, desde los pecados capitales (que son siete), los sitios por lo que tiene que atravesar el alma al morir o la representación de las esferas celestiales: la tierra y el inframundo.

El agua representaba la vida y la entrada al inframundo. Fue muy importante para los prehispánicos ya que tenía que ver con el origen del universo. De acuerdo a su creencia, la vida vino del agua. Un ejemplo lo encontramos en el descubrimiento de un adoratorio en el sitio arqueológico Nahualac, ubicado en las faldas del volcán Iztaccíhuatl. El adoratorio se encuentra en medio de un estanque natural, representando a Cipactli o el monstruo de la tierra. Cipactli que está relacionado al inframundo flotaba sobre las primeras aguas y a partir de su cuerpo se creó el cielo y la tierra.

El arco o lienzo de tela que enmarca los altares representa la entrada al mundo terrenal y el camino de regreso al mundo espiritual (es como una especie de portal). Está de más hablar sobre la ofrenda de la calaverita de azúcar, la cual al igual que en los tzompantlis adorna los altares.

Dentro de la celebración, una de las tradiciones consiste en que los familiares asistan a los panteones para decorar con flores y velas las tumbas de los fallecidos, con el fin de prepararla para la Noche de Velación que se lleva a cabo el 1 de Noviembre. Aunque la fiesta es celebrada en todo México, todavía es celosamente guardada entre los pueblos indígenas, quienes durante esos días realizan muchos de los rituales que hacían sus ancestros. Entre estos los purépechas de Michoacán, los mixtecos y zapotecos en Oaxaca y los mayas en el sur de México.

Es sorprendente que en cada rincón de México se hace presente el Día de Muertos, incluso en el 2008 la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) catalogó esta celebración como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Esto no es raro de las Naciones Unidas ya que se han dedicado a apoyar todo lo que va contra la verdad en la Palabra de Dios. Esta fiesta que se ha convertido en todo un acontecimiento anual, ha generado frases como “todos somos calaveras” sin entender el origen y significado antiguo de la celebración, que está estrechamente ligado a toda una cultura y adoración de la muerte.

La relación ininterrumpida a través del tiempo del mexicano con la muerte, nos hace pensar que aunque hay mucha riqueza cultural, es importante mirarla desde la comprensión y el discernimiento, y a partir de ahí decidir, ya que después de todo, la frase en “México hasta la muerte se viste de fiesta” habla de la necesidad que tenemos de replantearnos muchas de las tradiciones que han venido pasando de generación en generación.

Después de tocar todos los elementos lúgubres de estas prácticas, pasemos a hacernos una pregunta muy importante.

¿Y qué es lo que nos dice nuestro Creador al respecto de la muerte, o de venerar los restos mortales?

Primero, recordemos que la muerte no es algo digno de celebrarse. Hablando de manera práctica, el fallecimiento de una persona, incluso cuando no es un familiar cercano, a todos asusta y afecta de un modo u otro, ya que nos recuerda nuestra propia mortalidad. Con mayor razón, la muerte de un familiar es uno de los momentos más difíciles en la vida de cualquier persona, ya que independientemente del destino del alma que abandona ese cuerpo, los familiares ya no podrán interactuar en éste mundo con el difunto.

La muerte vino como un resultado del juicio por el pecado de desobediencia del hombre. Recordemos la sentencia por el pecado en Génesis:

Génesis 3:19   Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.

Lo menos que haríamos ante una persona que acaba de pasar la pérdida de un familiar, es celebrarlo. La muerte implica duelo, y en las Escrituras se le consideraba como un enemigo a vencer, enemigo que fue vencido en la cruz por Cristo. Sin Cristo, nuestra existencia sería fútil, puesto que no habría posibilidad de vida eterna. Por tanto, un verdadero Cristiano que aprecie la victoria de Jesucristo sobre la muerte, no debería festejarla.

El enemigo de Dios no tiene ni la menor piedad por los humanos que mueren. Los sacrificios humanos en rituales paganos lo demuestran, así como actualmente los sacrificios velados de las celebridades y personas que fueron sus instrumentos, por lo general terminarán con muertes extrañas, violentas o con suicidios. Tal vez se haya modernizado la forma, pero el fondo es el mismo: el enemigo solo viene a robar, MATAR y destruir. Celebrar la muerte es otra forma de ponernos del lado del enemigo y celebrar con él los millones de almas que se pierden por no entregarse al entendimiento de la Palabra de Dios y al sacrificio de Cristo, para asegurar su vida eterna.

Veamos otras referencias de nuestro Creador al respecto de la muerte:

Lucas 9:59-60 

59 Y dijo a otro: Sígueme. Él le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre.

60 Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios.

Esta afirmación no era una falta de tacto con la persona que había perdido a su padre, sino una gran verdad. Es de extrema importancia predicar la Palabra de Dios si queremos que nuestros seres queridos (y nosotros mismos) podamos tener el consuelo de saber que hay una vida después de la muerte física. Como simples humanos, no entendemos exactamente cómo es el momento de la muerte, no sabemos lo que sucede al momento de abandonar la tercera dimensión. Nuestro Creador sí lo sabe, y pone la importancia donde más la tiene: en la vida eterna.

Eclesiastés 9:5

Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos no saben nada ni tienen más recompensa, pues la memoria de ellos es puesta en el olvido.

Es clara la Palabra de Dios, que los muertos:

  1. No regresan a platicar con los vivos.
  2. No son los que mandan mensajes del más allá en sesiones de adivinación.
  3. No te están guiando a hacer tal o cual cosa.
  4. No son los que se te aparecen en sueños o en visiones (los demonios saben posar como tus familiares difuntos).
  5. No te pueden transmitir sus unciones (tal como los rabinos cabalistas piensan que por ir a acostarse a la tumba de un alto rabino se les pega la “unción”… más bien se les pegan los demonios).
  6. No se dan cuenta de que les llevas flores o mariachi. Están en otra dimensión, y están en manos del Creador, y de la forma como vivieron su vida y si creyeron en Cristo, depende su salvación, no de misas ni de rosarios.

Por otro lado, tal adoración a los muertos es una característica devocional pagana, por lo cual no debe asombrarnos que el enemigo de Dios la use para sus fines. Habría que hacernos la pregunta de porqué Disney, que siempre se dedica a apoyar todo lo que tiene un trasfondo ocultista, lanzó la película de Coco, si esto no fuera en línea con sus objetivos. Igual preguntémonos porqué Guillermo del Toro, quien siempre saca películas con alto contenido esotérico como lo comentamos en éste video, sacó una película sobre el mundo de los muertos, como lo fue “el libro de la vida”.  Bien sabemos que quien está metido en las agendas del enemigo, solo apoyará lo que lleve a más gente a la mentira.

Marcos 12: 26-27

26 Pero respecto a que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés cómo le habló Dios en la zarza, diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob?

27 Dios no es Dios de muertos, sino Dios de vivos; así que vosotros mucho erráis.

Esta frase lo dice todo. Mientras la gente aquí le da pleitesías a la muerte a través de rituales paganos (incluso catolizados), Dios está ocupado con todos los que aceptaron la redención y tienen la vida eterna. El ve más allá de lo que fue la muerte de una persona, porque lo que viene después es el estado eterno de las almas.  Recordar a los que se fueron, si se hace con sinceridad, es algo que se hace diario, dando tributo con nuestra vida a los familiares y amigos que se nos adelantaron. Ellos querrían que fuese así, recordemos la parábola del hombre rico y Lázaro en Lucas 16:19-31. Se puede orar por quienes se adelantaron en el camino, pero en realidad, lo más que se puede hacer por ellos, se hizo en vida, no después de su muerte. Tiene más valor que ores por los vivos para que lleguen a Cristo y que testifiques la Palabra y la salvación cuando ellos viven, que todas las flores, comida y hasta música que quieras ir a llevar a sus tumbas, o las velas y flores que coloques en sus urnas.

Todo esto nos debe llevar a reflexionar las siguientes preguntas:

  • ¿Cuando te involucras en este tipo de celebraciones… sabes siquiera lo que estás celebrando, o solo sigues a las masas y solo te preocupa pasarla bien?
  • ¿Si tanto queremos honrar a los fallecidos… qué hicimos en vida para que pudieran tener fe en la vida eterna?
  • Muchas personas mueren tras largas enfermedades o dolores extremos. ¿Es esto para celebrarse?
  • Que celebremos la muerte es tan ilógico como en lugar de celebrar la victoria preferimos quedarnos atorados en la derrota. La muerte fue vencida por Cristo, y sin embargo pocos aprecian lo mucho que habría que celebrar que nuestro Creador nos haya enviado un rescate.
  • Hay muchas tradiciones en cada país, pero que sean tradiciones no quiere decir que debamos participar. Las decisiones informadas que tomas sobre lo que apoyas y lo que no apoyas te separa de la borregada, y te hace ser un humano que piensa, que se cuestiona, que elige.

Existe por allí un dicho:  “Mientras hay vida, hay esperanza”. La forma como lo vemos los que estamos en Cristo, es que mientras una persona vive, puede tener la esperanza de que al recibir a Cristo, sea salva. Solo tenemos una vida, a diferencia de las doctrinas falsas de la reencarnación, y es importante que sea durante esa vida, que podamos recibir el regalo de la salvación mediante el arrepentimiento y la renovación de nuestro ser.

Si no lo haz visto, también te recomendamos éste video del canal:

 

[1] Territorio donde se desarrolló una civilización indígena de gran diversidad cultural, étnica y lingüística. Cubrió parte de México, Guatemala, Salvador, Belice, occidente de Honduras, Nicaragua y Costa Rica.

Fuentes consultadas:

  1. Ayala M. El bulto ritual del mundo perdido Tikal. Cuadernos del Centro de Estudios Mayas no. 27. UNAM-IIF. México
  2. Ayala M. Bultos sagrados de los ancestros entre los mayas. El culto a los ancestros. Revista arqueología mexicana no. 106. México.
  3. Bringas, S. “Angelitos: la tradición de fotografiar a los pequeños difuntos”. Intriga y Discordia entre los insurgentes. Relatos e Historias en México, No. 69. México.
  4. Guilhem O. Los bultos sagrados. Identidad fundadora de los pueblos mesoamericanos. El culto a los ancestros. Revista arqueología mexicana, no. 106. México.
  5. Johansson P. Días de muertos en el mundo náhuatl prehispánico. Estudios de cultura náhuatl. Núm. 34. UNAM. México.
  6. Perdigón K. La santa muerte protectora de los hombres. INAH. México
  7. La muerte en México de la época prehispánica a la actualidad. Revista Arqueología Mexicana. Núm. 52.
  8. La muerte en el México prehispánico. Revista Arqueología Mexicana núm. 40.

AGRADECEMOS POR SU COLABORACIÓN EN LA CREACIÓN DE ESTE ARTÍCULO A MARIANA, QUIEN FORMA PARTE DE LA COMUNIDAD DE CAMINO AL REGRESO Y NOS ENVIÓ LA INVESTIGACIÓN.  ¡GRACIAS POR SUS APORTACIONES! 🙂

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